En este video vamos a ver el músculo redondo mayor.
Éste es un músculo gordito, pequeño, que se localiza superior al dorsal ancho e inferior al infraespinoso y al redondo menor.
Acordaros que el músculo redondo menor, pertenece al manguito rotador. Pero éste, el redondo mayor, no pertenece al manguito rotador porque no se adhiere a la cápsula de la articulación glenohumeral.
Con su posición por encima de los dorsales y por debajo del hombro posterior, el redondo mayor constituye la parte más ancha de la espalda, algo muy valorado entre las personas que les gusta la musculación.
Se le llama redondo porque ya veis que tiene una forma tubular, redondeada y mayor porque es el más grande de los dos músculos “redondos”.
El músculo redondo mayor se origina en la superficie posterior del ángulo inferior de la escápula y en la parte inferior del borde lateral de la escápula, pasa por debajo de la articulación del hombro y se inserta en la parte superior del húmero, en el borde interno del surco intertubercular o corredera bicipital.
Vamos a ver cómo trabaja:
Su acción sobre el brazo es la misma que la del dorsal ancho, pero mucho menos potente.
Si la escápula es el punto fijo hace una retropulsión del brazo, una aducción y una rotación interna.
Referente a la inervación, el músculo redondo mayor está inervado por el nervio subescapular inferior que es un ramo directo del fascículo posterior del plexo braquial, con origen en los segmentos medulares C5, C6 y C7.
Dominadas con agarre estrecho
Pullover
Pájaros con banda elástica o poleas cruzadas
Jalón al pecho
Remo con barra o mancuerna
Con estos ejercicios podrás fortalecer y mejorar la funcionalidad del redondo mayor, contribuyendo a una espalda más armoniosa y fuerte.
Las lesiones aisladas del redondo mayor son relativamente infrecuentes debido a su posición anatómica protegida y su robustez estructural; sin embargo, puede verse afectado en contextos traumáticos más amplios o como parte de síndromes de sobreuso.
Las lesiones traumáticas del redondo mayor incluyen contusiones, distensiones y, más raramente, rupturas parciales o completas. Las contusiones directas sobre la región posterior del hombro pueden afectar al vientre muscular, manifestándose con dolor localizado y limitación funcional temporal. Las distensiones y esguinces se producen típicamente durante actividades que implican extensión y rotación interna forzadas contra resistencia, como ciertos gestos deportivos en lanzamiento, natación o levantamiento de pesas.
Desde una perspectiva clínica, la tendinopatía del redondo mayor puede presentarse como parte de un síndrome de uso excesivo en deportistas o trabajadores que realizan movimientos repetitivos de aducción y rotación interna del hombro. El diagnóstico diferencial debe incluir otras causas de dolor posterior del hombro, particularmente patologías del manguito rotador y del labrum glenoideo, con las que frecuentemente coexiste. La alteración funcional del redondo mayor también puede formar parte de cuadros clínicos más amplios, como el síndrome de pinzamiento subacromial o la inestabilidad glenohumeral.
El redondo mayor puede estar implicado en síndromes miofasciales regionales, constituyendo un foco de puntos gatillo miofasciales activos o latentes. Estos puntos gatillo en el redondo mayor pueden generar patrones de dolor referido característicos hacia la región posterior del hombro y la cara posteromedial del brazo, pudiendo confundirse con otras patologías como radiculopatías cervicales o problemas del manguito rotador.
La integridad funcional del redondo mayor cobra especial relevancia en contextos postquirúrgicos, particularmente tras intervenciones como transferencias tendinosas en lesiones irreparables del manguito rotador o en reconstrucciones tras lesiones del plexo braquial. En estos casos, el redondo mayor puede utilizarse como músculo donante para restaurar funciones perdidas, aprovechando su potencia y disponibilidad anatómica.
La evaluación clínica específica del músculo redondo mayor representa un desafío diagnóstico debido a su localización anatómica y a la superposición funcional con otros músculos del complejo posterior del hombro. No obstante, existen pruebas clínicas diseñadas para evaluar selectivamente su función e integridad, constituyendo herramientas valiosas en la exploración física inicial.
Las técnicas de imagen constituyen herramientas fundamentales para complementar la evaluación clínica del redondo mayor, permitiendo visualizar directamente su estructura y detectar alteraciones patológicas específicas.
Las variaciones anatómicas del músculo redondo mayor, aunque menos frecuentes y documentadas que las de otros músculos del miembro superior, pueden tener implicaciones clínicas significativas que deben ser consideradas en la evaluación diagnóstica y planificación terapéutica.
Una variación anatómica relevante es la presencia de fascículos aberrantes o conexiones musculares anómalas entre el redondo mayor y músculos adyacentes, particularmente con el dorsal ancho. Esta variante puede manifestarse como un arco axilar muscular (músculo axilopectoral o arco de Langer), una banda muscular accesoria que se extiende desde el borde lateral del dorsal ancho hasta el tendón del pectoral mayor, cruzando la axila. Esta variación anatómica puede contribuir a la compresión neurovascular en la región axilar, principalmente afectando componentes del fascículo posterior del plexo braquial, lo que podría manifestarse como síntomas neurológicos en el territorio de distribución del nervio radial o axilar.
Otra variación significativa es la inserción anómala del redondo mayor. Aunque típicamente se inserta en la cresta del tubérculo menor del húmero, se han documentado casos con inserciones extendidas hacia la cápsula articular glenohumeral o con fascículos que se fusionan con el tendón del músculo subescapular. Estas variaciones pueden alterar la biomecánica del hombro y potencialmente predisponer a inestabilidades específicas o patrones de pinzamiento atípicos que deben ser considerados en casos de sintomatología persistente tras tratamientos convencionales.
La variabilidad en el patrón de inervación del redondo mayor también merece consideración clínica. Aunque típicamente recibe inervación del nervio subescapular inferior, se han descrito casos con inervación adicional desde ramas directas del fascículo posterior del plexo braquial o desde el nervio axilar. Estas variantes tienen implicaciones importantes para la interpretación de estudios electromiográficos y para la planificación de abordajes quirúrgicos, particularmente en procedimientos de transferencia tendinosa donde la preservación de la inervación resulta crítica para el resultado funcional.
La presencia de septo fibroso intramuscular representa otra variación con potencial relevancia clínica. Este septo puede dividir parcialmente el redondo mayor en componentes funcionalmente distintos, lo que podría manifestarse como patrones asimétricos de activación muscular o como focos selectivos de patología. Desde una perspectiva quirúrgica, el reconocimiento de estos septos resulta importante durante procedimientos de transferencia tendinosa, donde podrían aprovecharse como unidades funcionales independientes.
El músculo redondo mayor constituye una estructura anatómica de significativa relevancia clínica cuya evaluación precisa requiere un conocimiento profundo tanto de su anatomía normal como de sus posibles variaciones. Su papel fundamental en la biomecánica del hombro como aductor, rotador interno y extensor lo convierte en un componente crítico para la funcionalidad del miembro superior, especialmente en actividades que requieren potencia y estabilidad del complejo del hombro.
El diagnóstico preciso de las patologías del redondo mayor debe fundamentarse en una combinación estratégica de evaluación clínica exhaustiva y técnicas de imagen complementarias. Las pruebas clínicas específicas, como la prueba de rotación interna resistida, la prueba de aducción resistida y la palpación específica, proporcionan información valiosa durante la evaluación inicial. Entre las técnicas de imagen, la resonancia magnética destaca como modalidad de elección para caracterizar con precisión la estructura muscular y detectar alteraciones patológicas, mientras que la electromiografía ofrece información esencial para evaluar la integridad neurofuncional en casos seleccionados.
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