Los músculos intercostales internos están situados profundos a los intercostales externos y superficiales a los intercostales íntimos. Forman la capa media de la musculatura intercostal.
Se extienden desde el esternón hasta el ángulo costal, donde se continúan con la membrana intercostal interna hasta los cuerpos vertebrales.
Este músculo se origina en el surco costal de la costilla superior en cada espacio intercostal. Y se inserta en el borde superior de la costilla inmediatamente inferior.
Una característica importante es que las fibras de estos músculos tienen una orientación oblicua, dirigiéndose hacia abajo y lateralmente en la parte anterior, y hacia abajo y medialmente en la parte posterior. Esta disposición es perpendicular a la de los músculos intercostales externos.
Vamos a ver su función:
Vamos a ver su inervación.
Los músculos intercostales internos están inervados por las ramas colaterales de los nervios intercostales, específicamente del primero al undécimo nervio intercostal.
Los músculos intercostales internos, clave en la espiración forzada y la estabilidad torácica, requieren ejercicios específicos para mejorar su flexibilidad, fuerza y función respiratoria. A continuación, se detallan técnicas respaldadas por evidencia clínica y fisioterapéutica.
Un estudio en Low Pressure Fitness (3) demostró que el estiramiento intercostal mejora un 12% la capacidad vital forzada (CVF) en adultos sanos, mientras que técnicas como el rodillo abdominal incrementan la estabilidad torácica en un 18% (5). La ecografía dinámica ha validado que estos ejercicios reducen la rigidez muscular postraumática en un 25% (2,4).
Estos protocolos, combinados con evaluación fisioterapéutica periódica, optimizan la función respiratoria y previenen lesiones en deportistas o pacientes con patologías torácicas.
Los músculos intercostales internos, junto con los íntimos, actúan como músculos espiratorios al contraerse para deprimir las costillas, reduciendo el volumen torácico y facilitando la salida de aire durante la espiración forzada3. Esta función es complementaria a la de los intercostales externos, que elevan las costillas durante la inspiración. En condiciones normales, su actividad sincronizada garantiza una respiración eficiente, especialmente durante actividades que demandan un mayor intercambio gaseoso, como el ejercicio físico. Sin embargo, en casos de sobrecarga repetitiva o movimientos bruscos, estos músculos son susceptibles a distensiones o desgarros, lo que altera su capacidad para estabilizar las costillas1,2.
Además de su función respiratoria, los intercostales internos contribuyen a mantener la rigidez de los espacios intercostales, evitando el colapso de la pared torácica durante cambios de presión intrapleural. Esta estabilidad es crítica en situaciones como la tos, el estornudo o el levantamiento de pesos, donde una coordinación muscular deficiente puede provocar dolor agudo y limitación funcional3,6. En pacientes con enfermedades neuromusculares, como la esclerosis lateral amiotrófica, la debilidad de estos músculos puede manifestarse como retracciones paradójicas de la pared torácica durante la respiración, lo que reduce la capacidad vital y exacerba la hipoventilación3.
Las lesiones de los intercostales internos suelen presentarse con dolor localizado en la región costolateral, que se intensifica con la palpación, la tos o los movimientos de torsión del tronco1,4. A diferencia del dolor visceral, este suele ser bien localizado y reproducible mediante pruebas específicas. En casos graves, como hematomas intramusculares, puede observarse inflamación y equimosis superficial1. Además, la irritación del nervio intercostal asociado (por ejemplo, en neuralgias postherpéticas) puede simular una lesión muscular, aunque aquí el dolor adopta un carácter neuropático, con sensaciones de ardor o descargas eléctricas que siguen el trayecto dermatómico4.
La anatomía vascular de los espacios intercostales, donde la arteria intercostal discurre junto al nervio, tiene implicaciones críticas en procedimientos como toracocentesis o colocación de drenajes torácicos. Un estudio multicéntrico demostró que la identificación ecográfica de la arteria intercostal antes de intervenciones reduce el riesgo de complicaciones hemorrágicas en un 30%, destacando la relevancia de comprender la relación entre estructuras musculares y vasculares5.
El diagnóstico inicial se basa en una anamnesis detallada que indague sobre traumatismos, actividades deportivas recientes o antecedentes de infecciones virales (como el herpes zóster). Durante la palpación, se busca sensibilidad focal en el espacio intercostal afectado, junto con reproducción del dolor al solicitar movimientos activos como la inclinación lateral o la rotación del tronco1,2. La presencia de dolor selectivo durante la espiración forzada sugiere afectación de los intercostales internos, mientras que su exacerbación durante la inspiración profunda apunta más a una lesión de los externos3.
Aunque las radiografías simples son útiles para descartar fracturas costales, su utilidad en lesiones musculares es limitada. La ecografía dinámica emerge como una herramienta clave, permitiendo visualizar desgarros fibrilares, hematomas o alteraciones en la ecogenicidad muscular durante la contracción voluntaria1,5. En casos de sospecha de compresión neural, la resonancia magnética (RM) ofrece imágenes detalladas de los tejidos blandos, identificando edema perineural o fibrosis4.
La prueba de compresión lateral evalúa la integridad muscular: el paciente coloca las manos sobre la cabeza y el examinador aplica presión sobre las costillas inferiores. La aparición de dolor sugiere distensión de los intercostales internos2. Otra técnica es la prueba de estiramiento pasivo, donde se lleva al hombro del lado afectado hacia atrás mientras el paciente exhala, estirando las fibras musculares1.
Es crucial distinguir entre lesiones musculares y neuralgias intercostales. Mientras las primeras muestran dolor reproducible a la palpación y empeoramiento con movimientos específicos, las neuralgias presentan disestesias (hormigueo, ardor) y siguen un patrón dermatómico. La presencia de vesículas cutáneas orienta hacia una etiología herpética, mientras que el dolor irradiado al brazo izquierdo requiere descartar cardiopatías isquémicas4,6.
Estudios recientes destacan el uso del ultrasonido Doppler color para mapear la arteria intercostal antes de procedimientos invasivos. En una serie de 596 intervenciones pleurales, la identificación ecográfica de la arteria permitió modificar el sitio de punción en el 29.5% de los casos, reduciendo complicaciones hemorrágicas5. Además, la elastografía por ultrasonido está siendo investigada para cuantificar la rigidez muscular postraumática, ofreciendo parámetros objetivos de recuperación5.
Los músculos intercostales internos son esenciales para la función respiratoria y la estabilidad dinámica del tórax. Su evaluación requiere un enfoque multimodal que combine exploración física dirigida, técnicas de imagen avanzadas y conocimiento anatómico preciso. La integración de ecografía en tiempo real durante procedimientos torácicos representa un avance significativo en la prevención de complicaciones, subrayando la importancia de la formación especializada en anatomía ecográfica1,5,6. Futuras investigaciones deberían explorar biomarcadores de daño muscular en fluidos biológicos para complementar las herramientas diagnósticas actuales.
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