Durante este vídeo vamos a ver el iliopsoas o psoas ilíaco.
Aunque nos referimos a él como un único músculo, en realidad se trata de dos músculos individuales, diferentes, pero con una inserción común.
Este es el músculo psoas mayor, este es el músculo iliaco y veis que aquí se unen en un tendón común, cuyas fibras se dirigen hacia abajo, hacen una torsión posterior y externa, para insertarse en el trocánter menor del fémur.
Vamos a ver con más detalle cada músculo.
Empezamos por el músculo ilíaco, que es plano y en forma de abanico.
Se origina principalmente en los dos tercios superior y posterior de la fosa ilíaca. Luego sus fibras se dirigen hacia abajo, adelante y medialmente para mezclarse con el lado lateral del músculo psoas mayor.
Esta fusión de los dos músculos continúa sobre la cresta ilíaca, donde cambian de dirección y se dirigen hacia abajo, atrás y un poco lateralmente, pasan por debajo del ligamento inguinal, que es éste.
Atraviesan la articulación coxofemoral y continúan hacia abajo con una torsión posteroexterna para acabar insertándose en el trocánter menor del fémur.
Ahora vamos a ver en detalle el músculo psoas mayor.
Veis que es un músculo par, localizado en la pared posterior del abdomen detrás de los órganos internos y pasa por delante del hueso púbico.
Está dividido en una parte superficial y otra profunda.
Vamos a quitar los huesos para que lo veáis mejor.
Esta es la parte profunda, la posterior y esta es la parte superficial, más anterior.
La profunda se origina en los procesos transversos de las vértebras lumbares desde L1 a L5. La parte superficial se origina en las caras laterales de la última vértebra torácica, en las caras laterales de las vértebras lumbares desde la L1 a L5, y en los tejidos colindantes a cada disco intervertebral.
Luego, todas sus fibras descienden, hacia la fosa ilíaca del hueso coxal, y allí se une con la porción anteromedial del músculo ilíaco. A continuación, el músculo psoas mayor y el músculo ilíaco discurren anterolateralmente bajo el ligamento inguinal para formar un tendón común que pasa por delante de la articulación de la cadera para insertarse en el trocánter menor del fémur.
Función:
Si las vértebras y la pelvis están fijas, entonces el psoas iliaco flexiona el fémur homolateral sobre la pelvis. También ayuda en la aducción y rotación externa de la cadera.
Si el punto fijo es el fémur y hay una contracción bilateral del psoas iliaco, entonces se producirá una flexión del tronco.
Desde la posición supina, si el punto fijo sigue siendo el fémur, la contracción bilateral ayuda a elevar el tronco.
Si la contracción es de un solo lado, producirá una inclinación del tronco hacia ese mismo lado.
Respecto a la función específica del músculo psoas mayor veréis que existe mucha controversia, pero las últimas investigaciones a 2021 indican que la función principal del psoas mayor es estabilizar la columna lumbar en posición sentada y flexionar el fémur en posición supina o de pie.
Parece ser que de 0 a 15º de flexión de cadera, el psoas mayor actúa como estabilizador de la cabeza del fémur en el acetábulo, mediante un acortamiento axial.
De 15° a 45° de flexión de cadera, mantiene la acción erectora de la columna lumbar. Al parecer, los fascículos inferiores flexionan la columna lumbar inferior y los superiores extienden las vértebras lumbares superiores: el movimiento de flexión-extensión es pequeño, mientras que las fuerzas de compresión y cizallamiento son grandes, colapsando la columna vertebral de forma sigmoidea y forzándola a la lordosis, al tiempo que se esfuerza mucho el segmento lumbosacro.
Y por último, en la fase de 45° a 60° es un eficaz flexor del fémur.
Ahora vamos a ver su inervación:
El músculo psoas mayor está inervado segmentariamente por las ramas ventrales de los nervios espinales L2, L3 y L4.
Mientras que el músculo ilíaco está inervado por ramas del nervio femoral. El nervio femoral también tiene sus raíces en L2, L3 y L4.
A continuación, se presentan ejercicios para fortalecer y estirar el músculo psoas iliaco, esenciales para prevenir su acortamiento y aliviar dolores en la zona lumbar y cadera.
Estos ejercicios combinan fortalecimiento y estiramiento para mantener un psoas iliaco saludable, prevenir su acortamiento y aliviar molestias asociadas a su disfunción1,2,5,7.
El psoas iliaco está compuesto por dos porciones: el psoas mayor, que se origina en las vértebras T12-L5, y el ilíaco, que emerge de la fosa ilíaca. Ambas porciones convergen en un tendón común que se inserta en el trocánter menor del fémur1,6. Esta disposición permite su función dual: flexión de cadera y estabilización lumbar durante actividades dinámicas. Su trayecto por debajo del ligamento inguinal lo expone a fricciones repetitivas, especialmente en movimientos que combinan flexión y rotación externa de cadera2,4.
La irrigación sanguínea proviene de ramas de la arteria ilíaca circunfleja medial, mientras que su inervación depende del plexo lumbar (L1-L3 para el psoas) y el nervio femoral (ilíaco)6. Estas características anatómicas explican su susceptibilidad a procesos inflamatorios y atrapamientos neurovasculares en casos de hipertrofia o fibrosis.
El 75% de los casos de dolor anterior de cadera en atletas están relacionados con patologías del psoas iliaco1. La tendinopatía por sobreuso es frecuente en deportes que requieren flexiones repetidas (ciclismo, fútbol), manifestándose como dolor en la ingle que se exacerba al subir escaleras o levantarse de una silla3,4. En pacientes con prótesis de cadera, el impingement iliopsoas ocurre cuando el componente acetabular sobresale, provocando fricción contra el tendón durante la flexión2,3. Estudios biomecánicos demuestran que una anteversión acetabular >25° incrementa este riesgo un 40%3.
La bursitis iliopsoas, secundaria a irritación crónica, se presenta como una masa palpable en el triángulo femoral, con dolor irradiado al muslo medial4. En casos crónicos, la inflamación bursal puede comprimir el nervio femoral, simulando radiculopatías lumbares4.
Recientemente, se ha identificado que la atrofia del psoas mayor correlaciona con sarcopenia generalizada, siendo un marcador pronóstico en ancianos y pacientes oncológicos1. En el ámbito postquirúrgico, la tenotomía endoscópica del iliopsoas resuelve el 85% de los casos de impingement protésico, aunque un 15% experimenta recurrencias por reinervación de fibras accesorias del ilíaco2.
La prueba de Thomas modificada7, evalúa la flexibilidad del psoas. Un ángulo de inclinación <−9.69° en decúbito supino indica acortamiento patológico, con una especificidad del 92%5. La maniobra de Ober7, valora la tensión de la banda iliotibial asociada, donde ángulos <−23.16° sugieren rigidez comprobada por inclinómetro digital5.
Para el impingement protésico, la prueba de flexión activa en sedestación7, reproduce el dolor en el 94% de los casos cuando hay contacto entre el tendón y el componente acetabular3. La palpación profunda del triángulo femoral, combinada con aducción resistida en flexión, tiene una sensibilidad del 88% para bursitis4.
La ecografía musculoesquelética (MSK-US) es la modalidad preferida para evaluación dinámica. Utilizando transductores lineales de 7-12 MHz, permite visualizar desgarros parciales (>3 mm de discontinuidad fibrilar) y bursitis (engrosamiento sinovial >2 mm)1,6. Durante la exploración, la rotación externa pasiva de la cadera mejora la visualización del tendón bajo el ligamento inguinal6.
En casos complejos, la RM con contraste detecta cambios inflamatorios tempranos no visibles en ecografía. Un estudio de 2023 validó un modelo in silico que cuantifica el grado de impingement, mostrando una precisión del 89% al correlacionar la protrusión acetabular >8 mm con síntomas clínicos3.
La dinamometría isocinética evalúa la fuerza de flexión de cadera, donde asimetrías >15% entre extremidades indican disfunción unilateral5. La termografía infrarroja emerge como herramienta complementaria, identificando áreas de hipertermia (>0.5°C diferencial) en tendinopatías activas4.
El psoas iliaco representa una estructura anatómica clave cuyo adecuado diagnóstico requiere integración de pruebas clínicas, imagenológicas y cuantitativas. La ecografía dinámica se consolida como estándar oro inicial, mientras los modelos computacionales amplían la comprensión de interacciones protésico-tendinosas. Futuras investigaciones deberían estandarizar valores de referencia poblacionales y optimizar algoritmos de tratamiento multimodal.
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