Vamos a estudiar el músculo Bíceps Braquial.
Es superficial y muy fácil de ver.
Vamos a ver lo que significa bíceps braquial:
La palabra bíceps está formada por el prefijo latino bi, que significa ‘dos’ más, capitis que significa ‘cabeza’.
La palabra “braquial” viene del latín brachialis y significa “relativo al brazo”. Sus componentes léxicos son: brachium (brazo), más el sufijo -al (relativo a).
Por tanto, el bíceps braquial es un musculo con 2 cabezas, situado en el brazo.
Tiene una cabeza larga y una cabeza corta.
El bíceps largo tiene su origen encima de la glenoides del omóplato, en el tubérculo supraglenoideo, por medio de un tendón que primero atraviesa la cápsula, después se acoda, pasa entre el troquín y el troquiter, y por la corredera bicipital.
En cuanto al bíceps corto, este nace mediante un tendón en la apófisis coracoides del omoplato y luego se convierte en un cuerpo carnoso que se junta con el del bíceps largo.
El conjunto del musculo desciende por el brazo para formar un tendón único, el cual pasa por delante de la articulación del codo y se inserta en la parte alta del radio, en la tuberosidad del radio.
Este tendón raro que veis aquí, es una membrana fibrosa que emerge de la parte distal del músculo. Es una aponeurosis del músculo bíceps braquial que se inserta en la fascia profunda del antebrazo.
Veis que atraviesa 2 articulaciones la del hombro y la del codo.
Su función a nivel del codo es la flexión y la supinación del antebrazo, hace que el radio gire de forma que la palma de la mano quede hacia arriba. Mientras que, a nivel del hombro, participa en la antepulsión.
además, el bíceps largo participa en la abducción y el bíceps corto participa en la aducción.
Esta inervado por el nervio musculocutáneo que tiene su origen en los ramos anteriores de C5 y C6.
Las patologías del bíceps braquial representan una causa frecuente de dolor y disfunción del miembro superior, manifestándose principalmente como rupturas tendinosas, tendinitis o tenosinovitis. Las rupturas pueden clasificarse anatómicamente en proximales (aproximadamente 96% de los casos, afectando principalmente al tendón de la cabeza larga) y distales (menos frecuentes pero con mayor impacto funcional)4.
La etiología de estas lesiones varía según su localización anatómica. Las rupturas proximales suelen desarrollarse tras traumatismos aparentemente banales, pero sobre un sustrato de cambios degenerativos preexistentes en el tendón. Por el contrario, las rupturas distales raramente tienen un origen degenerativo y generalmente son consecuencia de traumatismos de alta energía4. Esta distinción etiológica tiene importantes implicaciones tanto para el diagnóstico como para la planificación terapéutica.
Desde una perspectiva funcional, las lesiones del bíceps braquial pueden comprometer significativamente la biomecánica del miembro superior. En la evaluación clínica de estas patologías se evidencia una notable disminución de la fuerza de flexión en la articulación del codo. Además, en casos de ruptura distal, la capacidad de supinación también se encuentra gravemente limitada, lo que puede interferir significativamente con actividades cotidianas y laborales que requieran precisión manipulativa4.
Las variaciones anatómicas del bíceps braquial, como la presencia de una tercera cabeza, también tienen relevancia clínica significativa. Desde el punto de vista funcional, una cabeza adicional puede incrementar la potencia del tendón bicipital en la flexión del codo y la pronación del antebrazo, independientemente de la posición del hombro. En el contexto clínico, esta variante puede ocasionar desplazamientos óseos inusuales tras fracturas humerales. Si la cabeza supernumeraria se presenta unilateralmente, puede confundirse con un tumor de tejidos blandos durante intervenciones quirúrgicas1.
Existen numerosas pruebas clínicas diseñadas específicamente para evaluar la integridad funcional y estructural del bíceps braquial, cada una con indicaciones y niveles de precisión particulares. Estas pruebas constituyen el primer nivel de aproximación diagnóstica y pueden proporcionar información valiosa antes de recurrir a técnicas de imagen más complejas.
La ultrasonografía representa una modalidad diagnóstica no invasiva y accesible para la evaluación del bíceps braquial. Según estudios de correlación con hallazgos artroscópicos, el ultrasonido identifica correctamente el 90% de los tendones normales de la cabeza larga del bíceps, el 88% de las rupturas de espesor completo, el 27% de las rupturas de espesor parcial y el 22% de las anomalías tendinosas sin ruptura3.
En cuanto a precisión diagnóstica para rupturas de espesor completo versus otros hallazgos, el ultrasonido muestra una sensibilidad de 0,88, especificidad de 0,98, valor predictivo positivo de 0,88, valor predictivo negativo de 0,98 y precisión de 0,97. Para el diagnóstico de rupturas de espesor parcial versus otros hallazgos, presenta una sensibilidad más baja de 0,27, pero mantiene una especificidad de 1,00, valor predictivo positivo de 1,00, valor predictivo negativo de 0,88 y precisión de 0,883.
Estos datos indican que el ultrasonido del hombro constituye un método preciso para confirmar un tendón bicipital normal o una ruptura de espesor completo, pero resulta menos fiable en el diagnóstico de rupturas de espesor parcial y anomalías sin ruptura3. Esta limitación debe considerarse al planificar el proceso diagnóstico, potencialmente complementando la evaluación con otras modalidades de imagen en casos de sospecha de patología parcial.
El diagnóstico radiográfico convencional presenta utilidad limitada en la evaluación directa del bíceps braquial, sirviendo principalmente para excluir lesiones óseas asociadas. Sin embargo, en el contexto de ruptura del tendón bicipital, la radiografía puede ayudar a descartar patologías concomitantes que pudieran alterar el enfoque terapéutico4.
Las variaciones anatómicas del bíceps braquial, particularmente la presencia de una tercera cabeza, pueden tener importantes implicaciones clínicas. Desde una perspectiva filogenética, esta tercera cabeza puede representar la cabeza larga del coracobraquial, especialmente en casos donde surge del área de inserción del coracobraquial1.
La presencia de variaciones anatómicas no reconocidas puede conducir a lesiones nerviosas iatrogénicas durante procedimientos quirúrgicos. Cuando el origen de la tercera cabeza está relacionado con el trayecto del nervio musculocutáneo, puede predisponer a compresión nerviosa durante la contracción del bíceps, particularmente relevante en culturistas profesionales y levantadores de pesas donde el bíceps se hipertrofia debido al ejercicio vigoroso1.
Adicionalmente, estas variantes anatómicas pueden tener aplicaciones clínicas positivas, como la utilización de la cabeza adicional como colgajo en cirugías plásticas reconstructivas. Sin embargo, si estructuras nerviosas o vasculares perforan la cabeza accesoria, esto podría complicar la elevación o transferencia de los colgajos quirúrgicos1.
El músculo bíceps braquial constituye una estructura anatómica de significativa relevancia clínica cuya evaluación requiere un conocimiento profundo tanto de su anatomía normal como de sus posibles variaciones. Las patologías que afectan a este músculo pueden comprometer sustancialmente la funcionalidad del miembro superior, impactando en la calidad de vida y capacidad laboral de los pacientes.
El diagnóstico preciso de las lesiones del bíceps braquial debe fundamentarse en una combinación estratégica de pruebas clínicas específicas y técnicas de imagen complementarias. Las pruebas clínicas, como el Hook Test, la Prueba de Compresión del Bíceps y la Prueba de Provocación del Bíceps Distal, proporcionan información valiosa durante la evaluación inicial, mientras que la ultrasonografía ofrece una herramienta diagnóstica no invasiva con alta especificidad para rupturas completas pero limitaciones en la detección de lesiones parciales.
La relevancia de las variaciones anatómicas del bíceps braquial trasciende el ámbito académico para impactar directamente en la práctica clínica, particularmente en contextos quirúrgicos y rehabilitadores. El conocimiento detallado de estas posibles variantes resulta esencial para prevenir complicaciones iatrogénicas y optimizar los resultados terapéuticos en pacientes con patologías del bíceps braquial.
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