Ahora vamos a ver el oblicuo interno abdominal. Ya sabemos que es uno de los músculos que forman la pared anterolateral del abdomen.
Se encuentra profundo al músculo oblicuo externo y superficial al músculo transverso del abdomen.
Las fibras musculares del oblicuo interno discurren en dirección superomedial. Si os imagináis que lleváis una chaqueta puesta y metéis la mano en el bolsillo contrario, los dedos se encuentran en la dirección de las fibras musculares del oblicuo interno.
Lateralmente es musculoso y medialmente forma una aponeurosis que desemboca en la línea alba.
Tiene su origen en la 5ª vértebra lumbar, fusionándose a este nivel con la aponeurosis toracolumbar, en los dos tercios anteriores de la cresta ilíaca y en el tercio lateral del ligamento inguinal. Se dirige hacia adelante y hacia arriba perpendicularmente a las fibras del oblicuo externo, para insertarse en los bordes inferiores de las tres últimas costillas, en estas costillas superiores hasta llegar a la apófisis xifoides se encuentra unido por una fascia conjuntiva pero no se inserta en ellas. Si se inserta en la apófisis xifoides del esternón, línea alba y sínfisis púbica. Hacia la línea media de la clavícula, el oblicuo interno se vuelve aponeurótico.
Por encima de la línea arqueada y aquí en el borde lateral del recto abdominal esta aponeurosis se divide en dos hojas, una anterior que contribuye a la parte delantera de la vaina del recto y otra hoja posterior que contribuye a la parte de atrás de la vaina del recto abdominal. Debajo del arco de Douglas o línea arqueada, la aponeurosis del oblicuo interno pasa como una sola lámina anterior al recto abdominal.
Observar aquí, al acercarnos al ligamento inguinal tiene este borde inferior libre, al igual que le pasaba al transverso abdominal.
Hay veces, no siempre, que aquí en la inserción inferomedial de la aponeurosis, se unen las fibras inferiores del transverso y del oblicuo interno, formando el tendón conjunto.
Vamos a ver cómo trabaja:
Cuando los oblicuos internos se contraen, comprimen los órganos del abdomen, empujándolos hacia el diafragma. Entonces el diafragma, empuja la cavidad torácica, lo que reduce el volumen de los pulmones llenos de aire y produce una exhalación. Por tanto, ayudan en la espiración forzada.
Si los oblicuos internos se contraen de los dos lados, contribuyen a la flexión del tronco.
La contracción de un solo lado provoca la flexión lateral.
También cuándo se contrae de un solo lado y actúa con el músculo oblicuo externo del lado opuesto, producen un movimiento de torsión del tronco. Esta torsión es hacia el mismo lado del oblicuo menor que se contrae.
El oblicuo interno está inervado por las ramas ventrales de los seis nervios espinales torácicos inferiores y los dos primeros nervios lumbares.
Plancha lateral
Plancha lateral con rotación
Criss Cross (Bicicleta abdominal)
Elevación de piernas laterales
Giros rusos
Tijeras verticales
Para obtener los mejores resultados, combina estos ejercicios en una rutina equilibrada, realizando 3-4 series de cada uno con 10-15 repeticiones o manteniendo las posiciones isométricas durante 20-40 segundos. Recuerda mantener una técnica adecuada y una respiración controlada para maximizar los beneficios y prevenir lesiones.
El músculo oblicuo menor del abdomen (Musculus obliquus internus abdominis) constituye un elemento fundamental en la estabilización dinámica del tronco y la transferencia de fuerzas entre la pelvis y la caja torácica. Su implicación en patologías musculoesqueléticas, desde desgarros agudos en atletas de élite hasta síndromes dolorosos crónicos en poblaciones sedentarias, lo sitúa como un componente crítico en la evaluación clínica de disfunciones abdominales y lumbopélvicas. Avances recientes en técnicas de imagen multimodal han permitido caracterizar con precisión sus alteraciones estructurales y funcionales1,4,6.
El oblicuo interno se origina en la fascia toracolumbar, cresta ilíaca y ligamento inguinal, insertándose en los cartílagos costales 9-12 y la línea alba mediante una aponeurosis compleja. Su inervación multisegmentaria (T8-L1) lo vincula funcionalmente con los sistemas respiratorio, postural y de continencia abdominal3,5. Las fibras musculares presentan una orientación craneomedial de 70-80°, formando un ángulo de pennación crítico para la generación de fuerzas rotacionales4,6.
En contracción unilateral, produce rotación ipsilateral del tronco (hasta 35° según estudios cinemáticos) y flexión lateral. La activación bilateral genera flexión anterior del tronco (contribuyendo al 40% del torque total) y aumento de la presión intraabdominal durante maniobras de Valsalva5,6. Durante la espiración forzada, su contracción excéntrica controla el descenso diafragmático, previniendo el colapso costal inferior1,4.
En atletas de deportes rotacionales (cricket, lanzamiento de jabalina), los desgarros en la unión miotendinosa del oblicuo interno representan el 23% de las lesiones abdominales agudas. El mecanismo lesional típico implica rotación contralateral brusca con flexión lateral simultánea, generando fuerzas excéntricas de hasta 8.5 veces el peso corporal6. La resonancia magnética (MRI) ha identificado que el 78% de estas lesiones ocurren en las inserciones costales 10-11, asociándose a avulsión perióstica en el 40% de los casos6.
Pacientes con hipotonía del oblicuo interno muestran patrones compensatorios del transverso abdominal que aumentan la presión sobre los discos intervertebrales L4-L5. Estudios electromiográficos demuestran retrasos de activación >50 ms en pacientes con lumbalgia crónica durante movimientos de levantamiento2,4. La presencia de puntos gatillo activos en el borde lateral del músculo se correlaciona con dolor referido en cuadrante inferior ipsilateral (sensibilidad 82%, especificidad 75%)1,6.
En hernioplastias inguinales, la denervación iatrogénica del oblicuo interno aumenta 3.2 veces el riesgo de recidiva herniaria. Técnicas de reconstrucción guiadas por ultrasonido intraoperatorio han reducido esta complicación al preservar los ramos nerviosos T11-L1 en el 94% de los casos5,6.
El abordaje transverso en el borde costal inferior permite visualizar el grosor muscular basal (3.1±0.8 mm) y su aumento durante la contracción isométrica (42±15%). La medición de la velocidad de desplazamiento fascial (>1.5 cm/s) mediante Doppler tisular diferencia entre disfunción neuromuscular (velocidad reducida) y lesión estructural (ausencia de desplazamiento)4,6.
Los protocolos STIR (Short Tau Inversion Recovery) detectan edema agudo en desgarros grado I-II con sensibilidad del 95%. La tractografía DTI (Diffusion Tensor Imaging) cuantifica la anisotropía fraccional (FA <0.25 indica degeneración fibrilar) y permite reconstrucciones 3D del ángulo de pennación6. En atletas, las asimetrías volumétricas >15% predicen riesgo lesional con OR 4.74,6.
La colocación de matrices de 64 electrodos sobre el cuadrante abdominal inferior registra mapas de activación muscular con resolución temporal de 1 ms. Los retardos de reclutamiento >20 ms entre regiones craneales y caudales del oblicuo interno son marcadores tempranos de neuropatías compresivas2,4.
La infiltración ecoguiada de plasma rico en plaquetas (PRP) en zonas de hipoecogenicidad muscular reduce el tiempo de recuperación en desgarros grado II de 10 a 4 semanas6. Los protocolos de biofeedback electromiográfico mejoran la coordinación oblicuo interno-transverso abdominal, disminuyendo la incidencia de recidivas lesionales en un 68% a 1 año4,6.
La integración de técnicas de imagen avanzada con evaluación funcional dinámica ha revolucionado el manejo de las patologías del oblicuo interno abdominal. El diagnóstico preciso de sus alteraciones estructurales y neuromusculares resulta esencial para optimizar resultados en poblaciones de alto rendimiento y pacientes con dolor crónico refractario.
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